viernes, octubre 27, 2006

Recuerdos

Echando mano de mi diarío de Nottingham 2001 he encontrado algo que me ha apetecido recordar:

Algún día envolveré mis recuerdos
en un papel engalonado de versos eternos
y buscaré un océano lejano donde abandonarlos.

Un mar que reclame almas perdidas,
un mar furioso donde espumas negras no puedan reflejar las agonías
de tiempos baldíos que nunca fueron tiempo.
Que fueron únicamente una sinrazón de una inexistencia.
Mi propia inexistencia.

Buscaré ese océano y no desistiré,
con el ansía del incesante batir de las olas
y el tesón del más violento de los vientos.

Y llegará el momento,
frente a la vorágine de sus pleamares
y al ruido de las delirantes gaviotas,
en el que tiraré mis recuerdos y posiblemente,
aborrecido y aturdido por la búsqueda
me envolveré en ellos, y me entregaré a ese mar
para vivir de su negra existencia para siempre.

domingo, octubre 22, 2006

Niebla de otoño

Es otoño, quizás mi estación preferida, el color de la ciudad es diferente y esa preciosa capa de niebla por fín hace acto de presencia. Aire condesado que forma nubes muy bajas, nubes que podemos tocar, nubes sobre las que podemos caminar, ¿Curioso no? La realidad es que la niebla evoca misterio, convierte un lugar cotidiano en un escenario mágico, un escenario cargado de romanticismo. Quizás en esto el cine tenga mucho que ver. ¿Cuantas escenas bucólicas de castillos, caserones, bosques o callejuelas hemos visto imersas en un terrorífico banco de niebla?, ¿Cuantas escenas románticas han sido rodadas de noche, sobre un manto de niebla que convierte la tenue luz de las bombillas en pequeñas lunas llenas a tan sólo cuatro metros de altura?. La niebla siempre me ha despertardo una gran atracción, quizás por la poca frecuencia con la que se deja caer en esta ciudad en la que el tiempo es cada día más caprichoso

Hace unos días amaneció un día de niebla precioso, era fín de semana y no tenía obligaciones que no pudiesen hacerse en cualquier otro momento (tengo un compañero de trabajo que dice que no hay urgencia que no pueda esperar tres meses en solucionarse) así que decidí ponerme las zapatillas y el gorro e irme a correr por la orilla del canal. Observé que había menos gente de lo habitual paseando o haciendo deporte, pero cuando pasaba por debajo de uno de los puentes del canal pude distinguir una silueta que me resultó familiar. Se trataba de un chico joven al que siempre le acompaña una bicicleta que deja aparcada sobre una columna. El siempre fuma un cigarrillo, o quizás algo más politicamente incorrecto, con suma tranquilidad y apoyado sobre la barandilla de madera del margen izquierdo del canal imperial.

Ese día la niebla era lo suficientemente densa que provocó que su imagen fuese apareciendo lentamente, hasta que no estuve a pocos metros de él no pude verle con nitidez. Un halo de misterio envolvía su figura, ese día más fantasmal que nunca. Le miré a los ojos y él me devolvió la mirada tímidamente, seguí mi camino y el se quedó apoyado sobre su barandilla de madera. Llevo años encontrándomelo en el mismo sitio, con la misma actitud bohemia (en muchas ocasiones el gran mitificador ha sido testigo de su presencia) y aunque no se nada de él, echaré de menos su presencia el día que deje de verle.

Yo seguí mi camino por la ruta habitual pero más lento que de costumbre, disfrutando de esa atmósfera que había conseguido convertir lugares cotidianos en lugares con un encanto especial. Corrí por el margen del canal, por carreteras, por caminos algo alejados de la ciudad, corrí entre un bosquecillo de arboles y antes de terminar también caminé un rato por las calles de la ciudad. Subí a casa, me asomé a la ventana y vi como la niebla iba desapareciendo y el encanto que durante unas horas gobernó esas calles se esfumaba lenta y silenciosamente.

Mañana saldré de nuevo a correr por algunos de los mismos sitios y recordaré con cierta nostalgia esos momentos, unas momentos en las que estuve con los pies en el suelo pero con el resto del cuerpo y de la mente flotando entre nubes, esas misteriosas nubes bajas de aire condesado.

Nota: la fotografía es del parque grande una noche de niebla hace algunos años.